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LOS AÑOS MARAVILLOSOS

  • contrasteusmp20
  • 19 ago 2020
  • 3 Min. de lectura

Una región que depende del turismo y una ciudadela inca desolada. Cusco enfrenta la pandemia con resiliencia, pero a la espera de una señal.

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Foto: Travel Perú


El ombligo del mundo se alimenta de la magia que desprenden sus calles angostas. Los paseos por la Catedral te sumergen en 500 años de historia. La algarabía persistente del lugar es sinónimo del brío que nace de las risas escandinavas, inglesas, belgas y peruanas. 


Hoy la magia es distinta. El Centro Histórico de Cusco es una parada más en la ruta de las personas. Las risas se quedaron en el extranjero y la palabra backpackers (mochileros) no existe más en los hoteles.


Hace un tiempo que Saúl Masías dejó de guiar los sueños de los turistas para producir cacao de Quillabamba. Sus diez años como guía turístico le han permitido conocer cada rincón de Cusco, memorizar innumerables recorridos y contar las historias más increíbles. No obstante, jamás imaginó ver la ciudadela inca de Machu Picchu vacía por tanto tiempo. Allá por el 2010, las fuertes lluvias de la temporada provocaron deslizamientos de lodo y piedras que interrumpieron la vía férrea Cusco-Machu Picchu-Cusco. La situación generó el cierre de hoteles y restaurantes. La maravilla del mundo no recibió a nadie por dos meses.


Diez años más tarde la historia se repite. Pero ahora estos casi cinco meses han paralizado el turismo en toda la región. Para Diego Caviedes, jefe del Área de Reserva de la operadora turística GC Viajes, la situación es crítica. “Cusco es una ciudad que directa o indirectamente depende del turismo. Su actividad gira en torno a los vuelos internacionales porque la mayoría de turistas que nos visitan son extranjeros. Además, no importa que se abran las fronteras si la pandemia sigue en otros países”, afirma.


Los días de Diego se resumían a operar traslados, guías, y otras actividades propias del sector. Manejaba un promedio de 20 paquetes turísticos al mes; sin embargo, su mundo se detuvo el 16 de marzo, cuando comprendió que esos primeros quince días de cuarentena no serían más que el inicio de una suspensión indefinida. Actualmente GC Viajes traslada al personal de hoteles, negocios, domicilios hacia el aeropuerto u otras estaciones de embarque.

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Foto: Remove BG


Más de 7000 guías turísticos se han quedado sin empleo en Cusco. Los recorridos por Valle Sagrado, Machu Picchu o la Montaña 7 Colores, mantenían ocupado a Saúl un promedio de 25 días al mes. “No solo somos los guías. Los porteadores del Camino Inca, los cocineros, los choferes, los arrieros en las rutas de Choquequirao, mucha gente se ha quedado sin trabajo”, comenta con cierto grado de tristeza en su voz. “Vemos que el Gobierno ayudó con bonos, pero ninguno ha llegado aquí. Se nota un apoyo hacia las grandes empresas: hoteles, restaurantes. Sentimos que solo les importa el sector minero, ¿qué hay del turismo, la agricultura?”.


Hubo fechas tentativas de reapertura para Machu Picchu, pero el incremento de casos en la región, tras el levantamiento de la cuarentena, obstaculiza un posible regreso. En junio, el gobernador regional de Cusco, Jean Paul Benavente, visitó la ciudadela acompañado de Consettur, la empresa que se encarga de los traslados hacia la ciudadela inca, para analizar los protocolos de bioseguridad y señalización. La Asociación de Agencias de Turismo de Cusco (AATC), al igual que un grupo de guías locales, realizaron coordinaciones para las políticas que se llevarían a cabo.


Y aunque las medidas fueron aprobadas por Dircetur, órgano responsable de proponer y ejecutar las actividades turísticas en Cusco, y el Gobierno Regional, el problema son los casos de infectados.


Muchas de las personas que vivían en Aguas Calientes han partido hacia otros lugares con la esperanza de conseguir otro trabajo. Porque ellos vivían del día a día, porque no eran los dueños del café abarrotado o del hotel grande. Se han mudado porque lamentablemente Machu Picchu, maravilla del mundo, ya no es sostenible.


En sus primeros años, comenzando la década del 2000, el Valle Sagrado y Machu Picchu adquirieron fuerza en el extranjero. La modalidad ‘mouth to mouth’ (boca a boca) entre los turistas y viajeros atrajo la atención a la misteriosa llaqta. No obstante, una vez declarado maravilla del mundo en el 2007, Machu Picchu creció de manera exponencial. Los tours se trabajaron en grupos de 16 personas y los horarios tuvieron que repartirse de tal manera que permitieran un mayor acceso de visitantes.


Ahora, el recuerdo es nostalgia. Ese turismo de 7000 personas al día se vislumbra distante. Y aunque duela aceptarlo, Saúl reconoce que harán falta dos, tres o hasta más años para que la ciudadela que trajo tantas alegrías a los cusqueños y extranjeros del mundo, vuelva a esos tiempos. Los años maravillosos.


Mira el siguiente video de la entrevista a Diego Caviedes.


 
 
 

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